Los actuales momentos requieren reflexiones constantes. El amable lector quizá considere fatua, e incluso obvia semejante afirmación; bien, le concedo cierta razón, aunque pienso que la reflexión es algo de lo que no nos ha podido despojar este sistema en eterna crisis, que es uno de los pocos derechos que no nos ha podido alienar la locura de mundo en el que nos encontramos. Lo que es más, considero fundamental alimentar la reflexión contraponiéndola constantemente a la genuflexión –por no decir agachismo– de numerosos “intelectuales” que tienen en varios medios eco y espacio para cantar las supuestas mieles del sistema imperante. Es decir, sería como observar impávidos a la multitud de changos amaestrados que realizan reverencias al ídolo de este sistema netamente mercantil que desmantela instituciones por “corruptas” y premia otras igualmente corruptas para echar tierra a la tumba de la anterior. Afortunadamente, la moral en ocasiones absurdamente cabal de los gabachos no permitió que el chantaje eléctrico gubernamental quedara impune y lanzó los resultados de sus investigaciones a la CFE.
Ya Daniel Cosío Villegas en su libro El sistema político mexicano de 1972, se encargó de denunciar un pasado que ahora se nos antoja remoto: el presidencialismo. Sin embargo, pese a que no ha desaparecido del todo tal figura, no es en lo que me quiero centrar. En este instante me interesa comentar esa sugerente tesis que plantea Cosío Villegas: la teoría del péndulo. De acuerdo a lo anterior, los gobiernos surgidos de la Revolución habrían de seguir un modelo en el que un gobierno de izquierda, a lo largo del sexenio migraría gradualmente a uno de derecha para la sucesión; más adelante, ese mismo gobierno de derecha migraría a su vez, a uno de izquierda con lo que se podría alcanzar un cierto grado de equilibrio. Bien, suena pertinente, incluso lógico y justo, aunque habría que considerar varios matices. Primero que nada, Cosío partía de un mundo bipolar donde las tendencias enfrentadas se dirigían al trabajo social y a los capitales, representados cada uno por los sistemas socialistas y capitalistas: Estados Unidos por un lado, y la Unión Soviética por el otro. En ese esquema, las cosas en el mundo adquirieron equilibrios, que aunque estuvieran determinados por intervenciones constantes por parte de las dos potencias, logaron más o menos, al menos en el discurso y el debate, encontrar soluciones favorables. Hoy, gracias al discurso de una sola vía, ya no hay debate, y gracias a la inexistencia de una izquierda realmente representativa, no hay contrapesos. En todo caso, en la realidad del sistema político mexicano, el péndulo se trabó en gobiernos que fluctuaron entre el centro y la derecha, por más que el PRI se adjudicara para sí en el discurso, el papel de partido “social”. Una vez concluido el sexenio de Cárdenas, el péndulo se dirigió a la derecha, por lo que ahora tocaba a Ávila Camacho migrar hacia la izquierda; el resultado no fue lo que se esperaba y se atoró eternamente en la derecha o quizá para conceder, una derecha “ligerona”.
Hoy, más de 60 años después, el resultado es que seguimos observando y padeciendo los resultados de un sistema que nunca se fue; lo que cambió fue el discurso y nuestra aceptación del mismo. Por eso hoy observamos la parálisis del propio sistema, la dejadez de las autoridades y la indolencia de la población. Los problemas que aquejan a este país son de origen, de elección y ante la incipiente democracia que vivimos, somos pasto de todo facineroso y malandrín que se le ocurra medrar en los intersticios del sistema, sean funcionaros públicos, empresarios, o lo que sea... sí, también de la hoy sacrosanta Comisión Federal de Electricidad.
La caída del muro marcó también la caída al parecer definitiva de los equilibrios. Por supuesto, no considero que el muro fuera el emblema de la virtud y la justicia; por el contario, soy de los que creen que esos regímenes debían caer pues eran una perversión de ideas mejores. Sin embargo, la alternativa ha resultado ser igualmente destructiva. La maquinaria del sistema está forzando el péndulo y es probable que en algún momento se rompa. Cuando lo haga, espero que nos agarre confesados. No son pocos los que hoy vaticinan un estallido social y más allá de considerarlos los agoreros del desastre, es algo que hay que analizar. El sistema en su conjunto está llevando las cosas a niveles insoportables para la población y pese a que las distracciones acostumbradas, entre ellas el Teletón o el pobre diablo que pretendió viajar con micro turbinas de África a Europa y fracasó –acontecimiento que mereció en estos días minutos y minutos de comentarios a nivel de cretino en la televisión–, es parecer de este, su humilde servidor, que el sol es demasiado grande como para taparlo con el dedo mediático, por más distractor que sea. El péndulo de Cosío se oxidó y se quedó atorado en el mismo fango, por más que los gobiernos del “cambio” digan otra cosa.
ISRAEL LEÓN O’FARRILL
La Jornada de Oriente, Jueves 26 de noviembre de 2009
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