"El pasado lunes tuve la oportunidad de entrevistar en la radio al doctor Juan Pablo Prado Lallande, que es profesor–investigador de tiempo completo en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Puebla, y la conversación giró en torno a la iniciativa de “cooperación” internacional llamada Plan Mérida. Dicha iniciativa, que integra a los gobiernos de México y de Estados Unidos, fue desarrollada para combatir la delincuencia organizada, concretamente el narcotráfico, que ha sido el signo de la administración calderonista casi desde el inicio de su mandato hace tres años.
El doctor Prado representa a un grupo de investigadores en Relaciones Internacionales –materia de la cual es doctor por la Complutense de Madrid– tanto de la Autónoma de Puebla, como de la UNAM, que se han dedicado a analizar la susodicha iniciativa para saber si se trata de un nuevo paradigma en cooperación internacional, o simplemente una estrategia más del país vecino para continuar con su política de intervención, piedra angular de las relaciones internacionales de Estados Unidos a lo largo de toda su historia. Es de todos sabido que las relaciones entre nuestros dos países, desde el doloroso XIX hasta más o menos la década de los 90 del siglo XX, habían sido tirantes, y de nuestra parte, marcadas por el sigilo y la mesura. Cuesta trabajo olvidar la invasión de 1847, las incursiones y ocupaciones militares de principios del XX –una del puerto de Veracruz, y la otra, en la tristemente célebre expedición punitiva de Pershing en busca de Pancho Villa–, y las casi míticas “asesorías” de la CIA en nuestro país para evitar que el comunismo se apropiara de su patio trasero. Curiosamente, en todas y cada una de esas circunstancias, la palabra “cooperación”, ha brillado por su ausencia. Bien, se podrá decir que han detenido a tal o cual capo gracias a la participación conjunta de diferentes policías de ambos países; incluso se podría decir que a momentos nos han prestado un poco de su inteligencia –suena a perogrullada, pero bien divertida. Lo cierto es que difícilmente podríamos caracterizar a estas relaciones de cooperación.
Comentábamos en la conversación que para que exista la cooperación tiene que haber, primero que nada, una relación de igual a igual. No me refiero a que debemos ser iguales ni en poderío económico, tecnológico o militar, sino que debe existir respeto y beneficio mutuo; es decir, que ambas partes habrán de verse beneficiadas con las experiencias, propuestas e ideas surgidas de tal acuerdo. Es indudable que ésta no es la tónica de las circunstancias. Se trata de una relación vertical por completo, donde, aunque no le guste aceptarlo a nuestras autoridades, nosotros estamos abajo y ellos arriba. De acuerdo con el doctor Prado dicha negociación carece de validez al no tratarse de un acuerdo internacional, pues ello limita las acciones legales que pudiera ejercer México ante un incumplimiento por parte de los Estados Unidos –baste ver lo que sucede con varios de los capítulos del TLC, pero eso es para otro artículo. De esta manera, el Senado de los Estados Unidos es el único facultado para validar la iniciativa, y el nuestro no puede al no tratarse de un acuerdo internacional. Por otro lado, los recursos vienen directamente del país del norte, de la forma y en el tiempo que a ellos convengan; de esta manera, ellos darán apoyo técnico, equipo y tecnología que, a final de cuentas impactarán en su economía, nada de eso habrá de generar inversiones en la nuestra. En fin, que como de costumbre, nos basta con tener los mendrugos que se le caen de la mesa a los gringos y nos quedamos con las consecuencias de una lucha que cada día se vuelve más cruenta y sórdida.
Nos informa el doctor Prado que dentro de unas semanas saldrá a la luz un libro con los resultados de las investigaciones editado por la UAP y por la UNAM, eso sí, en cooperación total. Se llamará Iniciativa Mérida: ¿nuevo paradigma de cooperación entre México y Estados Unidos en materia de seguridad? Habrá que buscarlo para entender a profundidad las entretelas de semejantes compromisos adquiridos por dos presidentes, en sendos actos maravillosos y tan vacuos como los resultados que esperamos de los mismos. Ignoro si el morenazo de la Casa Blanca estará muy contento de la herencia que le dejó su dipsómano antecesor, pero es muy probable que seguirá la tradición de las administraciones gabachas, echándole la culpa a todo mundo de las cochinadas de sus propios ciudadanos, y se haga el sueco. Como era de esperarse, de las universidades –y las públicas– vienen los análisis más serios y contundentes. Incluso habría que celebrar que ahora llega a muy buen tiempo. Claro que es una lástima que no tenga ratoncitos y duendecillos como los del maldito libro del queso robado, eso aseguraría que nuestros siempre bien rete proactivos y emprendedores funcionarios federales lo leyeran. De que viven en la ficción, de eso no nos cabe duda."
Israel León O'Farrill
La Jornada
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