ISRAEL LEÓN O’FARRILL
Tema difícil de asir por su complejidad y por la ponzoña que trae en sus espinas es el asunto del cierre de medios en Venezuela. De acuerdo a datos publicados en este mismo diario el pa-sado 1 de agosto, el gobierno venezolano in-formó que 34 emisoras cerraron por cuestiones de concesión y advirtió que otras 200 es-tán en peligro de correr la misma suerte. Ar-gumentan que dichos medios no cumplieron con la documentación requerida para conservar la concesión y por tanto fueron sacados del aire. Sin embargo, las voces contrarias a la administración chavista informan que se trata de una campaña específica para acallar las voces críticas hacia el gobierno y que tie-ne visos ya de una persecución abierta. Lo anterior no es una novedad; baste echar un vistazo a la historia de los medios en el mun-do desde el XIX hasta la fecha para percatarnos de que la relación entre los mismos y el poder ha sido un complejo juego de equilibrios en donde ambas partes se han visto be-neficiadas. Es decir que tanto gobiernos co-mo medios han construido en torno a los grandes temas de las diferentes naciones un empalagoso muégano informativo repleto de complicidades y desacuerdos muy acorde con los intereses particulares de grupo o personas –salvo el auditorio, cabe aclarar– y que poco o nada tienen que ver con el derecho a la información y a la libertad de expresión.
Como bien decía Juárez, al amigo, la ley y la gracia; al enemigo, la ley a secas. Esta má-xima ha sido práctica común en la humanidad en el mejor de los casos y parece que en Venezuela no es la excepción; en el peor, el Estado se asume como el verdadero detentor del legítimo uso de la fuerza y ha eliminado con el pretexto que se les ocurra, –a chingadazos si es preciso– a la activa oposición in-cluyendo a la mediática independientemente de su legitimidad o de la representatividad de los intereses de las mayorías.
Muchos son los autores que a lo largo del siglo XX, más específicamente al finalizar la segunda gran guerra, han estudiado el tema de la comunicación, los medios masivos y su repercusión en el desarrollo de las sociedades. Entre ellos está el caso de Armand Ma-ttelart, sociólogo belga formado por jesuitas y que dedicaría gran parte de su trabajo al en-tendimiento de los medios de comunicación y su relación con las sociedades. De corte marxista, sus análisis parten de la relación dominador dominado, donde los medios ge-neran mensajes en función de necesidades sistémicas mayores y que impactan directamente en la población en una suerte de manipulación. Lo anterior queda patente en el ya clásico Para leer al Pato Donald, escrito a cuatro manos con Ariel Dorfman. Ahí se critica la injerencia de las producciones estadounidenses en el desarrollo de ideologías de dependencia para con los méndigos gringos.
Otro autor que ha analizado de manera crítica el poderío de los medios y el sistema ya más cercano a las presentes condiciones es Giovanni Sartori con su consabido Homo videns, la sociedad teledirigida que en los 90 marcó la pauta de la crítica hacia la globalización y sus terribles efectos en el manejo de la información y su transmisión, sea mediática o no. Se trata de un texto fundamental para entender el comportamiento actual de varios de los consorcios mediáticos que tenemos a nivel global, y de las pobres imitaciones que han pretendido realizar nuestros medios locales. Ambos autores ven en la relación del sistema con los medios contubernios difíciles de romper, y que generalmente van en desmedro de las libertades individuales, e indudablemente de la libertad de expresión. De la lectura de estos autores nacen mis sospechas a aceptar sin suspicacias lo que sucede en Venezuela.
Además, Chávez representa un elemento fundamental en el análisis: la figura del caudillo que al parecer ha desarrollado una resistencia tenaz a la extinción; bien, curiosamente los latinoamericanos seguimos viendo en determinados individuos la llegada del mesías que habrá de salvarnos de todos los males, y los presidentes de varios países ven en ello su supervivencia. En nuestro país sobran ejemplos actuales como Fox, el mismo Peje, e in-cluso Calderón; en el país del sur Hugo Chá-vez pretende mostrarse como el adalid de la justicia y de una izquierda acomodaticia con visos de totalitarismo ramplón. Lo cierto es que conviene no caer en el efectismo mediático –sí, curiosamente mediático– que plantea asestar Chávez para generar como es su costumbre, la adhesión internacional y consolidar su imagen local. No justifico los me-dios venezolanos, ni siquiera los mexicanos que de vez en cuando merecen recibir uno que otro manazo, pero hablar de legislaciones que acoten las libertades de expresión o pretendan imputar delitos a comunicadores y periodistas puede llevar a intolerancias y abusos, que debemos denunciar a toda costa por su latente peligrosidad. Después de todo, en este mundo matraca, ¿quién tendría la ca-lidad moral para aplicar semejantes leyes? ¿En nuestro país es lo conducente? Por tanto, antes de repartir juicios habría que revisar conciencias y entender si se responde a intereses sociales o de grupúsculos en el poder. Nadie es libre de pecado, pero los que piden sangre, sangre tendrán.
0 comentarios to "Chávez, ¿modelo a seguir?"

Lado B es:
Responsable de publicación
Israel Leon O'Farril
Coordinadores
Arturo Diaz
Diego Berrospe
F.D Silos
Gandhi Raymur
Colaboradores
Chris Isaac
Daniela Ramos
Rodrigo F. Herrera
Humberto J. Muñoz
Daniel Gamboa
Sofía Vidal
Blag-masta:
Gustavo OC
Diseño editorial:
Alejandra Robles
Contacto:
- ladobfanzine@gmail.com
el tuiteer
Making of:
Puntos de Venta:
Erosfera
Av. Juan de Palafox y Mendoza #412, Int. 9A, Segundo Piso Centro Histórico
Comentarios:
Para aquellos que comentan...

asi que ya saben ;)